viernes, 21 de junio de 2013



Ángela Hurtado Pedrosa - 
Elena Rubio de Miguel

Acercándonos al decrecimiento

Siguiendo con esta idea, el Decrecimiento viene a dar una vuelta más de tuerca, aportando el enfoque global y sistémico necesario para tratar la problemática social-económica-ecológica del planeta, y que el desarrollo sostenible no ha sabido dar, a pesar de sus buenas intenciones. El Decrecimiento nos invita a invertir el paradigma, a poner en el centro la vida y la naturaleza, dejando la economía al servicio de las personas y el territorio en el que viven, y no a la inversa.

Recordando una vez más que el Decrecimiento no es una ideología o un programa político, sino un paraguas de alternativas a la economía dominante, quisiéramos destacar algunos elementos que pueden considerarse ventajas del Decrecimiento como agenda estratégica hacia la acción colectiva. En este sentido, y partiendo del paradigma del crecimiento económico ilimitado como el problema fundamental, estas ventajas son:

- se alía y comparte objetivos con el feminismo: tanto el Decrecimiento como el feminismo parten de la necesidad de cambiar la mirada y romper con los paradigmas dominantes centrados en el mercado y con sesgos androcéntricos, en pro de un pensamiento económico crítico. ¿Qué quiere decir esto? El objetivo de la economía feminista es ofrecer una mirada que traspase la mirada masculina de la economía y que permita visibilizar la relevancia del trabajo de cuidados en los procesos de reproducción y mantenimiento de la vida. El punto de conexión fundamental entre feminismo y Decrecimiento lo encontramos en la defensa de la sostenibilidad de la vida humana. Este concepto más amplio de sostenibilidad que aporta el feminismo requiere recursos materiales y energía, pero también contextos y relaciones de cuidado y afecto. Y es que son precisamente los contextos y relaciones de cuidado y afecto los que verdaderamente nos permiten a las personas crecer, desarrollarnos y mantenernos como tales.

- facilita la conjunción entre izquierda y ecologismo, una pareja que ha tenido sus encuentros y desencuentros a lo largo de la historia. Desde el Decrecimiento se invita al diálogo necesario entre ambas corrientes de pensamiento crítico con el sistema económico imperante. Según JoaquínSempere, se necesita la mencionada convergencia, de fondo y no ocasional, entre rojos y verdes para pensar una alternativa radical y formular propuestas en la buena dirección. Sin esta convergencia, la vieja izquierda corre el riesgo de quedarse reducida a defender unos estrechos intereses corporativos de los trabajadores de Occidente y condenarse a no jugar ningún papel en el futuro. Por su parte, los ecologistas, si no se vinculan a las viejas tradiciones emancipatorias de raíz obrerista, pueden irse convirtiendo en la conciencia ecológica del actual sistema de poder. Esta convergencia entre rojos y verdes potenciaría la elaboración conjunta ¡Súmate a la corriente decreciente!  de estrategias políticas que reúnan las aspiraciones sociales y ambientales en un proyecto a la vez abierto y unitario.

- sitúa el problema global en el Norte, donde se concentra el máximo poder de acción del modelo de desarrollo depredador dominante. La sociedad de la opulencia es la que debe decrecer, pues es ella la que nos lleva a la situación actual de insostenibilidad ecológica y social. Y si afinamos un poco más, hablamos de Norte Global y Sur Global. Es preciso especificar que en el Sur hay ‘burbújas de opulencia’ donde también el Decrecimiento sitúa el problema. Sin embargo, encontramos en el Norte ‘agujeros de pobreza’ a los que habría que excluir del foco de producción y reproducción del modelo de desarrollo actual. “El Decrecimiento en el Norte es una condición para el surgimiento de cualquier forma de alternativa en el Sur” (Serge Latouche).

- supera la valoración económica unidimensional proclamando una salida de la economía tal y como la conocemos, para poner a la cuestión social y ecológica en el centro del debate. Así apuesta por una economía solidaria, donde se sitúen a las personas, sus necesidades, sus relaciones y su entorno en el centro de las actividades económicas, rechazando el objetivo del crecimiento por el crecimiento y superando la valoración exclusivamente monetaria de productos y servicios. En este sentido, la economía feminista, una economía que pone a la vida en el centro del sistema económico - como si las personas tuviésemos importancia- tiene mucho que aportar a esta superación de la valoración económica en términos exclusivamente monetarios y con lógica acumulativa (más dinero = más poder).

- le da protagonismo a los movimientos sociales hacia la disidencia y el cambio. Según Paul Ariés, politólogo francés e impulsor del movimiento por el Decrecimiento, el movimiento a favor del Decrecimiento tiene que trabajar en la articulación de tres niveles de acción: el individual, el colectivo y el político27. El hecho de darle protagonismo a los movimientos sociales está reforzando el nivel colectivo y el político simultáneamente, potenciando así el empoderamiento de los movimientos sociales hacia la deconstrucción del imaginario colectivo y la construcción de una sociedad alternativa.

- devuelve protagonismo a las experiencias prácticas y a la escala local en la búsqueda y construcción de alternativas. Por ejemplo, en relación a la alimentación (necesidad básica y universal para la vida) desde el Decrecimiento se opta por la Soberanía Alimentaria, apoyando y fomentando la producción prioritariamente para consumo local, respetando las características naturales y culturales de cada realidad, y dejando de considerar de este modo los alimentos como mercancía que debe recorrer kilómetros y kilómetros de distancia antes de llegar a nuestra mesa. 27 Ariés, Paul. (2005): “La décroissance: un mot-obus”, www.decroissance.org ¡Súmate a la corriente decreciente!

Estos son algunos de los principales elementos que desde el Decrecimiento se subrayan como potencialidades y oportunidades hacia la salida del imaginario colectivo. En este punto nos parece importante recalcar que el Decrecimiento no es una receta, es un horizonte hacia el que dirigirnos desde varios caminos posibles. “Un horizonte interpretativo largamente compartido en el ámbito de las alternativas al capitalismo global” (Mauro Bonaiuti). Evidentemente, el diálogo entre teoría y prácticas tiene que seguir y profundizarse de modo tal que, como esperamos, el Decrecimiento pueda llegar a convertirse en el horizonte hacia el que dirigirnos.

No hay que perder de vista que actualmente es prácticamente imposible hacer una lista exhaustiva de los posibles caminos y alternativas que definen al Decrecimiento. Por otro lado, existen contradicciones y discusiones, como en cualquier corriente de pensamiento viva y en constante elaboración. Y precisamente el hecho de que sea difícil establecer fronteras claras entre teoría y práctica, es lo que constituye la fortaleza del Decrecimiento y lo que facilita la difusión del mismo, al ser genuinamente crítico y militante.

Los posibles caminos del Decrecimiento pasan por estrategias y elementos tan diversos como la relocalización de la economía y la producción a escala local y sostenible; la agroecología; la desindustrialización; el fin de nuestro modelo de movilidad (automóvil, aviones, etc.); el fin del consumismo y de la publicidad; la desurbanización; la necesidad de fijar un salario máximo; la conservación y reutilización; la autoproducción de bienes y servicios; la reducción del tiempo de trabajo; la austeridad; los intercambios no mercantilizados; y un largo etcétera.

Giorgio Mosangini

Extraído del libro:'Decrecimiento y justicia Norte-Sur. O como evitar que el Norte Global condene a la humanidad al colapso'

La deuda del crecimiento

Mientras el sistema busca seguir alimentando por todos los medios al transporte y estilos de vida de una minoría depredadora, el 80% de la población mundial no dispone de vehículo (ni de nevera, ni de teléfono móvil, ni de ordenador etc.) y la mayor parte de ella nunca ha tomado un avión.

Más o menos la mitad de la población mundial, que vive gracias a los servicios ambientales y los bienes comunes que les ofrece directamente la naturaleza (agua, bosques, comida, energía, medicamentos, etc.), es expulsada progresivamente por las necesidades del sistema capitalista de extender sus mercados y sus fronteras de explotación de recursos (De Marzo).

El decrecimiento del Norte Global es una condición ineludible para el surgimiento de cualquier alternativa en el Sur Global (Latouche). No es el caso del Sur Global. Si para el decrecimiento hay que reducir el consumo de materia, de energía, la generación de residuos, las desigualdades y la mercantilización de la vida, esta agenda de cambio no se aplica de la misma manera para el Sur Global.

Ante las desigualdades que caracterizan a la crisis sistémica generada por los impactos ecológicos y multidimensionales  del crecimiento ilimitado, defendemos la necesidad de definir un concepto de deuda del crecimiento.

Desde la perspectiva Norte-Sur, proponemos considerar como conjunto de fenómenos que conforman la deuda del crecimiento a la deuda ecológica, la deuda social, la deuda cultural, la deuda histórica, la deuda económica, la deuda financiera, y la deuda de los cuidados.

Las alternativas planteadas por el decrecimiento también son políticas y el objetivo de volver a situar el cuidado de las personas y de la naturaleza en el centro de los modelos de sociedades y de las políticas no puede sustentarse en la lógica economicista y productivista. Para ello necesitamos nuevos paradigmas que superen la ideología del crecimiento económico, que planteen lo que podríamos llamar una economía del afecto (Carpio), no cuantificable, basada en la calidad de los intercambios entre las personas, donde un acto económico se mide por su capacidad de crear vínculos sociales y superar la mercantilización.

Por último, sin olvidar las reservas expresadas acerca de los riesgos y limitaciones de las valoraciones monetarias, el ajuste estructural del Norte Global también tendría que contemplar formas de compensaciones económicas por lo menos para paliar algunos de los aspectos más destructivos de la deuda, como el exceso de emisiones de dióxido de carbono, los pasivos ambientales, la contaminación producto de la explotación de residuos tóxicos, o las deudas históricas y culturales. Los recursos así obtenidos, tendrían que canalizarse, obviamente, de acuerdo a los fines establecidos de forma autónoma por las poblaciones del Sur Global.

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